Comentario
El culto de la bestia
Entre el power pop más o menos elegante y el heavy que tiende a lo v(b)asto el rock duro ocupa una franja de límites difíciles en la que se encuentran desde hace una década sumergidos quienes responden al nombre de Piztiak. Llegan a su cuarto trabajo dispuestos a seguir alimentando a la bestia, mantener su culto, mirando siempre de reojo a la época dorada del rock entre 1967 y 1973, y pasándola por el filtro de la generación a la que pertenecen, la de REM y Pearl Jam; ese y no otro debe ser el camino que desde cero prometen emprender en el primer canto, una pieza arquetípica de esas que para unos tiene demasiada melodía en el estribillo épico y para otros demasiado poca. Ese es el terreno de Piztiak, banda de orígenes costeros, amante de un rock and roll ortodoxo, lo que en Euskal Herria ha sido durante demasiados años una heterodoxia suicida, una anomalía que cada vez la es menos.
Han pasado muchos años desde aquel “Bildur naiz” de Zarama, para llegar a “Ez zaitez beldur”, el segundo corte de este trabajo de Piztiak con unos guitarreos que nos traen el eco del riff de “Whole lotta love” de Jimmy Page pero que van luego desarrollándose por su propio camino y sus propios pedales. Desde ahí pasamos a la pesadilla de “Ezin” que busca cobijo en un sonido mas Feelgood, más finales de los setenta en apariencia, con la guitarra solista acariciando a la bestia. Más extraña y difícil “Abioiak zerua urratzen” tiene su momento más crucial en el punteo que nos acerca a “All Along The Watchtower”.
“Gatiburen balada” sabe a esas piezas torre construidas piso a piso, sufrimiento a sufrimiento en las horas que saben a siglos en las comisarias y las celdas de castigo. Neil Young sabe algo de este tipo de arquetipo de balada rock. La de Piztiak es también un excelente ejercicio para crear el clima del siguiente canto,"Bili”, lo más Stoniano y que también enlaza con Hertzainak y con “Atsegin ditut zelai berdeak zabaltzen dituzten leihoak” para que Piztiak encuentren acomodo en sonidos más cercanos en el tiempo. A Fermín el de Tolosa, uno de los pocos nombres propios en una canción de este disco, le dedican el tema más claustrofóbico como esa pantalla que se confunde con su protagonista; que lo suple. Quedan aún cantos de la dureza total de “Maite”, la hermosura de “Zuhaitzen denbora”, la lucha titánica de “Autobidean” y ese agujero negro del que el alma de Jone no pudo salir.
La guitarra final, la del decimotercero, tiene algo de tañido de campanas. Rock duro el de Piztiak, en el fondo y en las formas, un viaje al lado oscuro de la vida. Un nuevo episodio en el viejo culto de la bestia. **Algo más que simple Rock and Roll.**
Pedro Elías Igartua