Mikel Andueza Organic: El póker del cum laude
Iturria: | Bilbao en Vivo |
Eguna: | 2020/01/13 |
OSCAR CUBILLO
El saxofonista navarro hizo levitar al Bilbaína Jazz Club durante una jugada maestra que guardaba un as en la manga: el organista bilbaíno José Luis Canal
Vaya sesión tan inspirada y especial la del jueves en el Bilbaína Jazz Club, celebrada (capten la polisemia) en el Hotel Conde Duque ante más de cien aficionados. «No deis por supuesto que esto que sucede aquí los jueves es lo normal», advirtió, refiriéndose al ciclo semanal y comparándolo con otras ciudades, al público centenario en su despedida el oficiante titular, el saxofonista alto Mikel Andueza (Estella, 1966), Matrícula de Honor en Saxofón Clásico por el Real Conservatorio Superior de Madrid, Diplomado Cum Laude y Premio Performance en Saxofón Jazz por el Berklee College of Music, profesor de Saxo Especialista en Jazz en Musikene, entre otros (y perdón por las mayúsculas).
Andueza vino al BJC liderando a un póker de ases con él mismo (que llevaba toda la música memorizada dentro de su cabeza), el nuevo guitarrista, el madrileño pendiente del atril Joaquín Chacón (con él la formación ha pasado de trío a cuarteto), el mirandés residente en Barcelona Gonzalo del Val a la batería, y su as en la manga, el organista bilbaíno José Luis Canal, quien en la segunda pieza se cascó un solo de órgano que hasta osó con lo estratosférico de Jon Lord. Tras la ovación asombrada del respetable, volvió a hablar Mikel Andueza: «No puedo dejar de resaltar la labor encomiable de nuestro compañero José Luis Canal. Aunque el grupo lleve mi nombre, él es el alma del grupo. Es una pasada este tío, de verdad». Tras elogiar a Canal, presentó a los otros dos escuderos calificándolos de tremendos, de buenas personas y de compañeros sin igual, y remató: «Cuando no estoy tocando me lo paso muy escuchándoles». Ya, tanto como nosotros.
La sesión del jueves en el Bilbaína Jazz Club se nos hizo corta, y eso que duró 100 minutos para 8 piezas. El arranque fue brutal, con dos piezas originales de Andueza: ‘Dublín’ («una ciudad que me hace mucha gracia»), abierta con escalas clásicas a la altura del saxofonista habitual del club Scott Hamilton, con la guitarra de Chacón oscilando entre Kurt Rosenwinkel y Miguel Salvador, más el primer solo de órgano de Canal, muy sesentero a lo Jimmy Smith y tal; y el segundo original, ‘Dominación’, quizá la cima de la cita, una abigarrada demostración de las virtudes del grupo que elaboró acid jazz con guitarra roquera y manifestaciones de jazz clásico urbano antes del mentado solo de Canal, quien se sentó tras un órgano Nord C2, el cual según la publicidad sirve lo mismo para el sábado noche en el club que para el domingo por la mañana en la iglesia (importante: la labor del bajo la llevaba Canal con su mano izquierda).
Esa fue la cima de la primera parte, y tras la mentada asombrada ovación de la afición impactada y la citada alocución del líder navarro, la cita se alisó dentro de su magnificencia, con estilismos latinos algo George Benson con el soprano estilista de Andueza rozando el muzak y sugiriendo la exótica (‘Troika’, original suyo) y con una indistinguible adaptación del ‘Txoria txori’ de Mikel Laboa que los cuatro recrearon con costumbrismo a lo Bruna Sonora y donde se pudo ver a Andueza con el rostro muy congestionado por el esfuerzo.
Tras estos dos casi marasmos, la máquina cuádruple que llegaba más allá del jazz se puso a palpitar de nuevo en la versión de John Scofield ‘Chank’ (un funk oscilante entre James Brown y Lou Donaldson, adornado con punteo vía Robben Ford de un recrecido Chacón y solo a lo Maceo Parker del jefazo Andueza que nunca bajó la guardia), y las tres últimas piezas volvieron a dejarnos sin aliento y con los cinco sentidos despiertos: el standard baladista ‘Darn that dream’ nos transportó y en él Chacón coló su fraseo solista sentido y contenido y Andueza demostró que es cum laude de verdad y no como el presidente doctor Sánchez (perdón por la politización, pero vamos en camino de que los títulos serán papel mojado y la matrícula de honor del navarro no debería levantar dudas); el original ‘Avadón’ -sic- fue otra fusión de frenesí urbano con duelos entre la guitarra y el saxo soprano, ¡y luego del sobradísimo Canal replicándose al órgano con la mano derecha y al bajo con la izquierda! (aquí Del Val incrustó su solo baterista); y el bis fue el standard ‘Bye bye blackbird’, otra balada high class con swing deslizante y agilísimo optimismo.
Una gozada que rebasó nuestras expectativas, y eso que no eran bajas. Y dijo por el final Andueza: «Me lo he pasado muy bien. Se lo agradezco a estos tres tipos. Es un lujo para mí. Ha sido una fiesta»