La improvisación es esencial en el jazz, es nuestro hogar
«Cada cinco segundos» es el nuevo álbum de Mikel Andueza, saxofonista de Lizarra que mañana lo presenta entre los suyos, en Centro Cultural Los Llanos, 21.00 horas. Su cuarta referencia en solitario se nutre de músicos como Iñaki Salvador, Gonzalo Tejada, Chris Kase, Gonzalo del Val y Dani Pérez. Todos empeñados en construir una obra de peso, cálida, con el saxo al frente y la improvisación palpable.
Iturria: | Gara |
Eguna: | 2016/01/07 |
El jazz es una música compleja para el escuchante, no es un fenómeno de masas, así que si te dedicas a eso ya sabes lo que hay, no vale quejarse, es una decisión libre.
Pablo Cabeza. Gara
Mikel Andueza es profesor en Musikene de Donostia y un saxofonista que ha tocado tanto para músicos de pop y rock como para numerosas experiencias jazzísticas y de diferentes ámbitos expresivos. En sus estudios las matrículas de honor fueron lo habitual. Y de matrícula es «Cada cinco segundos» (Errabal), álbum en el que Andueza doblega al saxo desde todos los ángulos, desde el más amable y transmisor hasta el irredento, tan incitante en el universo jazz. Hábil, dúctil, brillante y de sólida formación, Andueza también es compositor y arreglista, así que ocho de los nueve títulos, donde “Axuri beltza” es un arreglo de una vieja dantza popular navarra, llevan su nombre y su fraseado.
Con 9 años estudia clarinete en Lizarra. ¿Por qué este instrumento y no uno tan clásico y común como la guitarra acústica? Se adivina tradición musical en la familia.
Empecé con el clarinete porque mi abuelo, Julián Urriza, lo tocaba y me enseñaba solfeo, fue por una cuestión práctica, ya teníamos el instrumento y el profesor. Toda la familia de mi madre, Esperanza, toca instru- mentos de viento. En Estella decir Urriza es decir música, entre hermanos, primos, hijos… nos juntamos casi 30 músicos.
¿Y usted cómo se veía al clarinete, se preguntaba para qué servía, qué haría con él?
En mi familia ser músico no es una opción, igual que hay que aprender a hablar, hay que aprender a tocar. Cuando mis hijos empezaron a ir a las casas de sus amigos, un día, el pequeño, Javier, perplejo, me susurró: «Papá, en su casa no tienen instrumentos». El pobre no lo entendía, se ha criado en una casa que en el cuarto de estar tiene un piano, saxos, clarinetes, flauta, lleno de partituras… y pensaba que todas las familias eran iguales.
Con pantalones largos se desplaza hasta Iruñea para iniciar su carrera de saxofón clásico en el Conservatorio Pablo Sarasate. ¿Por qué cambia de instrumento?
Después de las clases con el abuelo, a los ocho o nueve años mi hermano y yo empezamos en la Escuela de Música de Estella cuando se fundó, en la clase de la Hermana Pilar, veinte personas cantando a la vez partituras imposibles, con diferentes claves, rítmicas artificiales… Me fue fatal, odiaba aquello, en cambio me encantaba tocar. Así que dejé la escuela para poder seguir tocando el instrumento con un amigo de mi padre, Antonio Abaigar, todo un personaje entrañable con un sonido de clarinete espectacular. Cambié al saxo porque un día probé uno en un ensayo y fue una sensación maravillosa que recuerdo casi 40 años más tarde perfectamente, así que mi padre, Rogelio, fue a Erviti y me trajo uno, así eran las cosas en mi familia.
¿Es un periodo de dudas?
Lo cierto es que mi madre me vio desmotivado, que ya no tocaba tanto, entonces se enteró donde vivía Javier Garayalde, Catedrático del Conservatorio Superior de Navarra y una figura del jazz y me llevo allí a hablar con él. Llamamos a su puerta y nos abrió su mujer, perpleja, al ver a una señora con un niño que quería que su marido le enseñara, saltándose todos los protocolos del sistema. Nos mandó al conservatorio y Javier nos dijo que había que hacer pruebas, exámenes… tener una preparación para ingresar y que yo no tenía. Nos recomendó a Paulino Vacas, con el cual estudié un par de años, era un músico y persona impresionante que estaba ya muy mayor, murió y yo ingresé en el conservatorio de Pamplona. Tiempo más tarde me enteré de que Paulino Vacas había sido el primer jazzman navarro de la historia, había hecho giras con orquestas por todo el mundo, y había sido profesor de Garayalde y de Iturralde. Con Garayalde hemos comentado esta anécdota muchas veces, recordando aquella señora de Estella que vino a su casa con un niño en pantalón corto, que los mandó con Vacas y aquel niño acabaría siendo su compañero años después.
Después, Madrid, Pedro Iturralde, todos los estudios con matriculas de honor, más estudios, Orquesta de la Radio Televisión Española, Orquesta Sinfónica de Euskadi y la Orquesta Sinfónica de Bilbao. Lo que quería parece conseguido.
En Pamplona acabé el Grado Profesional y me fui a Madrid, me presenté a las pruebas del Real Conservatorio Superior y de la Joven Orquesta Nacional de España en el Auditorio Nacional y me seleccionaron, así que allí estuve unos años haciendo la carrera de saxo clásico, en los cuales también me fui formando en jazz en el Taller de Músicos de Madrid. En esa etapa pude asistir a clases magistrales con los saxofonistas clásicos más prestigiosos del mundo, los que habían escrito los libros que había estudiado durante años, toda una experiencia. Iturralde me confesó recientemente en una conversación que probaba los libros nuevos conmigo, que eran tan difíciles los que llegaban de París que primero me los ponía a mí a ver si se podían tocar y que los tocaba todos, que le impresionaba. Yo estudiaba esos libros como si fueran la Biblia.
¿Una cuestión de ambición?
No, no como tal, nunca pensé en dedicarme profesionalmente a la música a ese nivel, simplemente, me iban surgiendo oportunidades porque era muy estudioso, mucho más que la media, y muy inquieto. Ahora mismo, a mi edad, estoy haciendo una tesis doctoral sobre el aprendizaje del jazz y el saxo en Euskadi y Navarra para la UPV, el nivel avanzado de inglés en la Escuela de Idiomas, y soy alumno de flauta en la Escuela de Música de Estella. Me prometí acabar todo para los 50 y no emprender nuevas metas, pero ya estoy pensando nuevos retos muy apetecibles, todos de aprendizaje, soy muy pelma.
Y se le cruzan las neuronas y gira hacia el jazz. ¿Cómo fue ese proceso?
En aquel momento, el mundo era otro, yo recuerdo ver de pequeño en blanco y negro en la RTVE a Iturralde con su big band en horario de máxima audiencia, era navarro y una figura de un prestigio altísimo, Catedrático del Conservatorio Superior de Madrid. También Garayalde vino al Cine Lux de Estella a dar un concierto de jazz, y yo los veía y aquello me encantaba, era un mundo lleno de misterio, la improvisación. Mi atracción por el jazz vino por Javier y por Pedro, por verlos en directo, y no venían de Marte, eran de aquí, esto lo hacía parecer alcanzable. Al final conseguí estudiar con los dos y fue muy gratificante, fueron años de mucho trabajo pero muy bonitos, llenos de ilusión, el motor más potente del aprendizaje.
Pero no es suficiente y parte hacia Berklee, de nuevo con las máximas notas como premio al esfuerzo.
Fue una gran experiencia, sobre todo conocer el altísimo nivel que podía alcanzar tu instrumento. Coincidí entonces con saxofonistas como Joshua Redman, Chris Cheek, Seamus Blake, Mark Turner… Entonces pensaba que era el nivel normal, fue un auténtico shock. Después aquellos se confirmaron como los tops mundiales que han marcado tendencia por muchas décadas, no era lo habitual, fue una casualidad.
Ha colaborado con grandes de la música local, estatal e internacional y compuesto para obras de teatro… ¿Incansable, constante, curioso?
Puedo dedicar mucho tiempo a lo que me gusta, como todo el mundo, si consigues dedicarte a lo que te gusta profesionalmente, no hay más secreto. A mí tocar nunca me ha costado, si te cuesta, se acabó, porque el sacrificio se aguanta un tiempo, pero te acaba venciendo. Cuando me dicen alumnos que no han estudiado, no lo entiendo, porque no se me ocurre nada mejor que hacer, sobre todo a su edad, más tarde la familia y el trabajo tienen sus exigencias.
“Cada 5 segundos” es su cuarto disco (atrás quedan decenas de colaboraciones), se graba solo en dos días, frente a las semanas, meses y años del mundo del pop o del rock.
Los jazzeros habitualmente grabamos en muy poco tiempo, lo que se toca en el momento, queda, y esa es su virtud, para que eso tenga calidad, hay que estar bien engrasado, y rodearte de los mejores.
Son temas largos, que piden desarrollos, improvisación.
La improvisación es esencial en el jazz, es la base de todo, los temas son la fachada de la casa, la improvisación es nuestro hogar.
Para un músico de jazz grabar requiere largos plazos.
El jazz es una música compleja para el escuchante, no es un fenómeno de masas, así que si te dedicas a eso ya sabes lo que hay, no vale quejarse, es una decisión libre.
¿Se equivocó de instrumento?
El saxo es el mejor instrumento que he encontrado para mí, es fácil, moderno, rápido, ágil, versátil, lo puedes hacer sonar como tú quieras, puedes mover la afinación a tu gusto, puede gritar, llorar, hablar. Toco un poco el piano, la batería, flauta, todos me interesan, pero… cada cual ha de encontrar su voz con el instrumento que sea. En cualquier caso, a mí me gusta mucho tocar jazz, pero lo que más me gusta es tocar el saxo, así que me pones en cualquier situación con un saxo en las manos, y soy feliz.