Nagore BELASTEGI
Tras “Badakit”, un disco compuesto principalmente por
reinterpretaciones de standards de jazz, Noa Lur presenta “Troublemaker”
con composiciones propias y de amigos, y con una producción mucho más
ambiciosa con formaciones que van desde dúos a ensembles. Musicalmente
fluctúa entre diferentes estilos que van desde la música negra hasta la
euskal musika.
¿Qué temas trata en su nuevo disco?
En una de las canciones hablo de la importancia de la mujer en la
sociedad y en el circulo familiar. Tenemos el rol de cuidadoras pero a
veces nos cuesta mucho pedir amor y que nos cuiden. El tema que habla de
esto se llama “Walk your talk”, que fue número uno en itunes cuando
sacamos el disco.
Otra canción habla sobre la caza de brujas, eso de buscar culpables
cuando algo no funciona en vez de reflexionar para cambiar el status
quo.
Otra es sobre la vida de los músicos pues nos cuesta un poco que
empaticen con nosotros. No está solo el momento bonito del escenario,
sino que tenemos que viajar mucho, estar mucho tiempo fuera de casa, y
habla del sentimiento de desarraigo pero que se compensa con la
sensación de que la música es nuestro hogar.
Un crítico comentaba que «solo
por salirse de los caminos trillados en el jazz vocal femenino merece la
pena escuchar este disco». ¿De qué manera se sale de la norma?
El proyecto está concebido de manera muy viva y experimental. De
hecho, desde que empezamos a tocar este disco hasta ahora que han pasado
ya un par de años, la cosa ha evolucionado un montón justamente porque
tenemos este espíritu de experimentar con el sonido, con la electrónica,
yo misma con las texturas: mezclo efectos vocales, beatboxing,
cacofonías… no tengo una manera clásica de cantar.
Es jazz de ahora, es música contemporánea. Todos los que formamos la
banda somos muy inquietos, escuchamos mucha música, estamos muy en el
hoy y tratamos de traer todo eso al estilo. Obviamente nos hemos
empapado de los clásicos, y cuando toca interpretarlos lo hacemos con
todo el amor y disfrutando muchísimo.
Además hace algo bastante innovador, que es cantar jazz en euskara. ¿Cómo perciben en el extranjero esas canciones?
Es una de las cosas más bonitas que me pasa cuando viajo. He estado
en Qatar, Estonia, Portugal, Francia, Marruecos… en mi repertorio tengo
temas míos que son en euskara porque esa lengua forma parte de mí.
Aunque llevo muchos años en Madrid y me cuesta hablar, eso sale. Es muy
de verdad, muy orgánico. Me pasa que cuando terminan los conciertos la
gente me pregunta qué idioma es. Gusta muchísimo. El euskara es una
lengua super musical. Tenemos unos sonidos muy nuestros y si juegas a
favor de ellos puedes crear cosas muy bonitas.
Por otro lado, en Euskal Herria la gente que le gusta el jazz aprecia
ese esfuerzo por integrar nuestra identidad. A mí el lenguaje del jazz
me ha aportado muchas cosas y, como vasca, creo que tengo esa
responsabilidad de aportarle cosas de mi identidad al estilo.
En febrero estrenamos en Madrid un proyecto nuevo que se llama “Gaur”
que está enfocado en hacer ese trabajo: investigación de la euskal
musika desde el lenguaje del jazz y ver cómo esos dos lenguajes pueden
convivir y crear cosas super bonitas.
En el concierto se va a ver que todo eso forma parte de mí, no solo
por la lengua sino también por la manera de improvisar. En la música se
puede escuchar algún patrón que evoque a un zortziko… esas cosas que
están en nuestra música también está en mi música.
Cuando viaja coincide con artistas muy reconocidos. ¿Qué aprende de ellos?
Una de las cosas en las que me gusta fijarme en los artistas grandes
es cómo comunican, no solo a nivel musical. Cómo están en el escenario,
cómo están antes y después, qué dicen, cómo se mueven. Para mi es una
cosa muy importante porque a veces ves músicos que suben al escenario,
tocan y se van y sientes que no se termina de eliminar la cuarta pared.
Es muy importante que haya una conexión con el público en todo momento,
que sea una conversación, y para eso hay que cuidar los detallitos. Por
ejemplo, Bobby McFerrin tiene una templanza que es increíble. Cuando
sale al escenario da la sensación de que viene a contar algo que va a
cautivar al público.
¿Alguna vez se ha sentido menospreciada por ser mujer en un ámbito mayormente masculino?
No porque soy muy echada para delante, no me corto un pelo. No doy
pie a que en un momento dado directamente me hagan de menos. Pero sí que
indirectamente, por ser mujer, siento que nosotras siempre tenemos que
demostrar un poco más para que se nos tenga en cuenta.
Para muestra un botón: puedes echar un vistazo a los carteles de los
festivales de jazz y aunque cada día se está intentando integrar a la
mujer, la mayoría de los artistas que se programan son hombres. Y hay
carteles en los que no hay ni una sola mujer, y no es porque no haya
talento. Ahora mismo hay unos proyectos increíbles de compañeras que
están en primera línea de la escena. Estamos en el camino pero todavía
tenemos que apretar más porque hay mentes un poco retrógradas por ahí.