Trayectoria
Gustavo Pérez (voz y guitarra rítmica), Ludwig Molina (batería), Kike Cuetos (bajo) y Guzmán Lanza (guitarra solista) se juntaron en el año 2009, y a base de ensayos encontraron un nexo común que surge del blues clásico y de todas sus variantes, y que posteriormente fue definiendo un estilo más duro que se podría etiquetar como blues-rock en el que todos los integrantes se encuentran cómodos con las referencias escogidas. En mayo de 2010 grabó su primera maqueta y comenzó a ofrecer numerosos conciertos en bares (el mejor sitio para disfrutar en directo de su música) y festivales (Semana Negra. That’s All Folks Festival, 1º Festival de Blues Gijón Ruta A66 …) de Asturias, con esporádicas salidas a Galicia y León.
Tras dos años dedicados a engrasar la máquina en directo y componer temas propios, en la primavera del 2012 el cuarteto entró en los estudios Magoo de Oviedo para grabar, con Juan Martinez como técnico de sonido, las nueve canciones que conforman su primer disco. Todas ellas tienen el blues como trasfondo, pero Blues & Decker enriquece cada una de las canciones con pequeños detalles, acordes diferentes, quiebros melódicos o estilísticos que dan como resultado rotundas composiciones propias que les acercan al rock psicodélico de los 70 (Till dawn) o al funk-metal (Tomorrow); también saben tocar suave, en baladas de blues-rock intimista y contenido (Blues is dead), o en piezas de mayor sofisticación y elegancia (Stealin’ the soul). Cuando deciden coger un camino más clásico (No Worries) o le arrean al blues eléctrico y de gran intensidad vía Chicago mezclado con gotas de swing (Posology) resultan igual de convincentes, y qué decir de las versiones que hacen de clásicos como Shame, shame, shame (Jimmy Reed) –enriquecida con la aportación a la armónica que hace David García, miembro de The Blind Lemons– y John The Revelator, el tema que Son House solía interpretar a capella. Todo ello acompañado de buenas letras que huyen de los tópicos asociados al blues, y apoyados en un sonido contundente, brillante y agresivo, reflejo del que suele ofrecer en los conciertos.
Stealin’ the Blues, envuelto en un precioso diseño de Diego Perez Gonzalez, es una excelente carta de presentación para un grupo que tiene un largo camino por recorrer pero que puede estar muy orgulloso de lo hecho hasta ahora.