P.CABEZA|BILBO
Que a un disco le coloquen en la estantería de música ideal para
trabajar concentrado o, acaso, en salones de odontólogos, siquiatras o
abogados, puede tomarse como un álbum frívolo.. En realidad, estas
referencias no son más que la derivada de un disco instrumental donde
las distorsiones, las aceleraciones o la “distracción de las letras” no
son posibles. «Codigo» (Errabal) es un trabajo de alta intensidad
emocional que pasa agazapado entre nervios y tensiones, pero dejando
burbujas de oxígeno cargadas de maestría, sosiego y espléndida
sonoridad.
Salvador recorre el mástil con aplomo y dedos acolchados. Sonido
endulzado con digitaciones levitantes, de pulso y búsqueda de una
sonoridad envolvente. No se trata de ser el más rápido, sino de matizar y
conquistar con composiciones brillantes y donde el cuarteto resuelve
las situaciones con una maestría admirable.
Da igual donde dejes caer la aguja (si esto fuera un vinilo), que la
propuesta será delicada. Así lo concibe y lo toca Miguel Salvador con su
estilo cristalino, pero también matizado por el veterano Javier Alzola
con su saxo, siempre sonando en blanco y negro, inspirado y de notas
nocturnas, aunque el disco seduzca a cualquier hora del disco, en todos
los espacios señalados y aquellos que se quieran apuntar al sonido del
jazz con una premisa de encantamiento, sosiego, disciplina y brillo, que
no aquello que “acompaña” es sinónimo de deslavado, de masa sonora de
fondo.
“Código” no es música para aeropuertos ni ascensores, no, pero como
metáfora, aunque trillada, sirve para los comunes. Salvador encanta
serpientes, Alzola las adormece, la sección de ritmo las arropa y el
oyente lo disfruta más vivo que nunca. De “Santuario 1” a “Código” va el
mundo de Miguel, de la belleza a la delicada agitación. Y entre esos
dos universos gira el seductor ambiente de las ocho composiciones de
jazz actual de “Código”.
Miguel Salvador nace en 1967, es una tarde soleada de domingo. Crece
en Trapagaran y vive desde hace ocho años en Portugalete, dos
territorios sin muchas noticias jazzeras. «En Portugalete actualmente
hay un festival de jazz en julio, muy bien organizado. Nos falta el de
Trapagaran. Y mira que les he llamado veces, pero se resisten un poco.
Ya sabes, no hay profeta en tu tierra», clama Salvador.
En cuanto al aprendizaje precisa que aprendió sobre todo de los
músicos internacionales, de estudiar discos. «Lo que más me va es la
evolución de la guitarra de jazz, la fusión no me gusta. Creo en Jim
Hall, en Pat Metheny, en Joe Pas, que pueden ser ahora Kurt Rosenwinkel,
Adam Rogers o Nir Felder. Creo que tienen el pasado y la las ideas en
el futuro», precisa.
Sobre la grabación apunta que en inicio fueron desarrollos libres,
pero que a la hora de la grabación las canciones estaban «estructuradas»
y con un buen «guion».
Vive el jazz las 24 horas del día. Da clases de improvisación en la
Eskola Musika de Getxo. Usa una Gibson 335 y una 175. Amplis Aer, Roland
y Fender, que con talento dan “Código”.